La misión Artemis de la Nasa tiene como objetivo que el hombre vuelva a pisar la luna. Es un proyecto que tendrá varias etapas y que se inició el año pasado con Artemis I, una cápsula que orbitó alrededor de la luna y que llevaba una memoria USB con el nombre y apellidos de miles de personas que se habían registrado previamente en una dirección de internet. Estas personas recibieron un billete y un código QR con el que pudieron seguir la misión. Un recuerdo inolvidable de cómo sus nombres estuvieron en el espacio dando vueltas alrededor de la luna.
Este curioso episodio me recordó el versículo en el que Jesús les dijo a sus discípulos que debían alegrarse de que “sus nombres estuvieran escritos en los cielos” (Lucas 10:20). Se lo dijo después de que setenta de ellos regresaron de una misión de evangelización. Estaban eufóricos porque la misión había sido un éxito y hasta los demonios se les sometían. Pero Jesús los reúne a todos y les hace poner los pies en la tierra. Les dice que, aunque lo que explicaban era cierto, no debían alegrarse de que los demonios les obedecieran, sino de que sus nombres estuvieran escritos en los cielos.
Los capítulos 20 y 21 del libro de Apocalipsis nos explican esta enigmática frase de Jesús. Nos sitúan en el día del Juicio Final, momento en el que se abrirá el libro de la vida y todos aquellos cuyos nombres no estén inscritos en él, serían arrojados al lago de fuego. Por el contrario, aquellos cuyos nombres si estén registrados en ese libro, entrarán en los nuevos cielos y la nueva tierra que el Señor nos está preparando. Ese libro de la vida es el de la salvación, y en él aparecen los nombres de todos los que han creído en Jesucristo como Señor y Salvador.
Con esto en mente, se entienden mejor las palabras de Jesús. La base del gozo de sus discípulos no son las circunstancias, ni siquiera algo tan bueno como una respuesta positiva a la presentación del evangelio. La base de nuestro gozo debe ser nuestra salvación. Porque aunque llegue el momento en el que la respuesta al evangelio sea diferente, como ocurrió con los discípulos, y se produzca el rechazo, la persecución e incluso la muerte, podrán quitarnos la vida, pero no nos podrán quitar el gozo de que nuestros nombres están escritos en el libro de la vida.
Que tu nombre orbite la luna es original y produce ilusión, pero nada comparado con el premio de que tu nombre esté registrado en el libro de la vida del Cordero, no para orbitar en el espacio, sino para entrar en la vida eterna.
Si no lo has hecho, no esperes más y reserva ya tu billete para la eternidad.
