Dios es inmune al olvido
27 - Mayo - 2023

Dios es inmune al olvido y su memoria es justa

     La memoria es la capacidad de retener y recordar el pasado. Es la facultad de viajar a través del tiempo y revivir un recuerdo, una experiencia, una conversación, una promesa… Es recordar cualquier impacto físico, social, emocional o espiritual que haya recibido nuestra vida. Sin embargo la memoria tiene un enemigo inexorable que se llama olvido.

     Y es que el ser humano en su naturaleza corruptible tiene una tendencia al olvido, ya sea por cuestiones de salud, por cuestiones de atención o por cuestión de voluntad. Nadie está exento de sufrir una enfermedad degenerativa que anule nuestra capacidad de recordar y olvidar incluso los rostros que nos fueron más queridos. Todos somos víctimas potenciales de que la distancia del tiempo distorsione la fidelidad de nuestros recuerdos, pudiendo magnificarlos o anularlos hasta el punto que poco o nada tengan que ver con la realidad vivida.

     Algunos tienen déficit de atención, con lo que su falta de capacidad para concentrarse les impide retener y recordar conversaciones o enseñanzas. Otros tienen memoria selectiva, no recuerdan las cosas buenas que unos terceros han hecho por ellos, pero sí que recuerdan todas y cada una de las afrentas que han recibido.

     Los hay que buscan activamente el olvido y beben o consumen sustancias que le ayuden a evadirse, tratando de olvidar sus problemas, sin ser conscientes de que la luz que hay al final del túnel de la resaca son los problemas de los que pretendía huir, que siguen ahí esperándole. Otros se hacen el despistado como una estrategia para eludir los compromisos o deudas adquiridas, aunque en su fuero interno recuerdan perfectamente aquello por lo que se les está interpelando. Incluso están los que se hacen olvidadizos cuando progresan y adquieren un nuevo estatus social y económico.

     Muchos intentan luchar contra los efectos del olvido, de diversas formas: cuidando su alimentación, modificando sus hábitos, haciendo ejercicios mentales para tener el cerebro ágil. Algunos apuntan las cosas que consideran importantes en agendas electrónicas para que les ayude a recordar fechas, citas, aniversarios, contraseñas… Otros sacan fotografías de todos sus viajes y en todos sus eventos, y de cuando en cuando las miran para revivir la experiencia y recordar. Muchos otros van más allá y deciden tatuarse en el cuerpo desde textos motivacionales hasta retratos, o incluso el nombre de sus seres queridos. Todo con el fin de recordar, de tener presente todo aquello que forma parte de su identidad.

     Dios tiene una memoria justa que no está afectada por el olvido

     En el libro de Hechos de los apóstoles se recoge la historia de Cornelio, un centurión romano de la compañía la Italiana, que la Biblia describe como una persona piadosa y temerosa de Dios. Tanto él como los miembros de su casa tenían este sentir y se evidenciaba en su búsqueda de Dios, en sus oraciones y en su compasión en forma de caridad y limosnas que repartían entre los necesitados del pueblo. La Biblia nos dice que Cornelio “vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” (Hechos 10:3-4).

     Cuando leía, este pasaje de Hechos, me consolaba saber que Dios no es como los hombres, ni está afectado por nuestras limitaciones y que su favor es para aquellos que le buscan y le temen. Y este ángel del Señor cuando dijo “Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios” no sólo estaba respondiendo a una oración sino que estaba dando a conocer a Cornelio cómo es Dios y lo que hace.

     Dios oye nuestras oraciones. Dios ve nuestras acciones. Dios tiene memoria y se acuerda de nosotros. Dios responde y corresponde a su tiempo, aunque a veces nuestra impaciencia nos engañe para hacer creer que Dios se ha olvidado de nosotros y nuestras circunstancias.

     El profeta Isaías recoge una conversación entre Dios e Israel, en la que Dios reivindica su posición como alguien cuya memoria no falla, ni fallará nunca. Y esta es la gran diferencia entre Dios y nosotros. Ante el reproche de su pueblo de sentirse olvidado Dios responde: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros (Isaías 40:15-16)”.

     Cornelio buscaba a Dios, y Dios le salió al encuentro, primero con un ángel, después enviándole a Pedro para que le predicase el evangelio y por último derramando sobre él y los que oían la predicación el Espíritu Santo para la salvación de sus almas.

     ¡Qué bueno es saber y confiar en la memoria de Dios y ve que Él es galardonador de los que le buscan! (Hebreos 11:6). Pero la memoria de Dios no sólo es buena porque responde y corresponde a los que le buscan, sino que también que es justa, porque no dejará que los perversos se vayan de rositas, porque no dará por inocente al culpable (Nahum 1:3). Cuántas veces hemos visto como los poderosos de la tierra son denunciados y sus causas son sobreseídas porque al fiscal o al juez se le olvidó adoptar una acción antes de que prescribiese el expediente? La memoria de Dios es justa porque dará a cada uno según lo que le corresponda.

     Y sin embargo, Dios tiene una memoria misericordiosa, pues a todos aquellos que se arrepienten de sus pecados y aceptan a Cristo como su Señor y Salvador, les dice que "si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2ª Corintios 5:17).

     El ser humano es inconstante y necesita refuerzos para recordar

     Dios sabe que las personas somos seres olvidadizos. Es una constante el reproche y las advertencias que Dios hace a Israel sobre la memoria de Dios y los peligros del olvido. Y por eso vemos como Dios, cada vez que hace un pacto con los hombres, como refuerzo al pacto y a su significado, lo acompaña para nuestra ayuda con el ejercicio de un rito que sirva de memorial: La circuncisión, la pascua, la mesa del Señor… Dios sabe que las personas son olvidadizas pero que al mismo tiempo nos resulta sencillo hacer hábitos y tradiciones, y repetirlas vez tras vez.

     Es por ello, que hay dos formas de participar de un hábito, por rutina o con identificación. Fusionando la acción, el propósito y el significado. Es decir, sabiendo en todo momento lo qué se hace.

     La próxima vez que vayas a la iglesia, identifícate con lo que vas a hacer. Toma consciencia de que vas a recordar la obra de Cristo en favor tuyo, trata de recordar la primera vez que te cruzaste con la predicación del evangelio y recuerda cómo te tocó en lo más profundo del corazón. Recuerda el día en que aceptaste a Jesús como tu Señor y Salvador. Cuando participes de la mesa del Señor, recuerda la promesa, aunque algunos la tengan por tardanza, de que Él volverá a por ti y a por el resto de su iglesia.

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