¿Debemos celebrar la Navidad?
11 - Enero - 2012

Desde el s. II se celebra el nacimiento de Jesús.

     Es cierto que Jesús nunca mandó recordar su nacimiento, sino su muerte a través del pan y el vino. Y también es cierto que en el Nuevo Testamento no encontramos ninguna instrucción ni noticia de que las iglesias celebrasen el nacimiento de Jesucristo. Aquí se acaba pues en términos bíblicos la cuestión.

     Ahora bien, en el Nuevo Testamento tampoco se nos relatan todas las actividades que celebraban los cristianos. Por ejemplo, cuando en el libro de los Hechos de los Apóstoles vemos a la iglesia de Jerusalén muy apegada al Templo, no sabemos de qué cosas de las que celebraban los judíos ‘del templo’ participaban y de cuáles no. Sabemos que seguían muy apegados a la ley mosaica, y que por ejemplo cumplían algunos rituales de ‘purificación’ que Jesús tampoco había establecido y, que además, en el Nuevo Pacto carecían de significado espiritual (Hech. 21:20-26), tanto para judíos como para gentiles, porque en Cristo tal división quedó eliminada (Gal. 3:28, Ef. 2:14), pero una parte de la tradición seguía siendo observada por aquella iglesia, que no era cualquier iglesia, sino la principal en aquellos momentos.

     Por la historia, sabemos que la primera fiesta que los cristianos celebraron fue la Pascua (que como tal, en la actualidad, no se celebra de forma mayoritaria, aunque en muchos lugares los hermanos aprovechan los días festivos de la llamada Semana Santa para tener reuniones especiales) porque en esa fecha había muerto y resucitado el Salvador. Pero también hubo muchos debates en las iglesias de finales del siglo II sobre la fecha de su celebración, pues no había un acuerdo general, y es que los judíos habían cambiado la forma de calcular el tiempo de la Pascua unos pocos años antes, así que en el Concilio de Nicea (año 325) se aprobó un canon para unificar esa fiesta que tanto debate había ocasionado.

     Las noticias de la celebración del nacimiento del Salvador son que empezó a celebrarse a finales del siglo II, en la zona de Alejandría, aunque no había una fecha fija, ni tampoco fue asumida por todas las iglesias cristianas. Pero aun así la celebración de la Natividad del Señor es una de las tradiciones más antiguas de la iglesia cristiana, celebrada mucho tiempo antes de que la iglesia católica se convirtiese en la entidad predominante establecida desde Roma bajo el gobierno de un Papa con autoridad en las iglesias del orbe cristiano, que aunque fue un proceso paulatino de implantación, se suele concretar como asentado durante el ‘pontificado’ de Gregorio I, en el siglo VI.

     La celebración de la Natividad de Cristo gustó a los cristianos de los primeros siglos, pero entonces empezó la discusión que duró años (se ve que discutir por todo es algo que nos va mucho a los cristianos), sobre cuando debía celebrarse. Como no había información de la fecha de su nacimiento y por lo tanto la dedicación de un día concreto, tras mucha discusión, se fue paulatinamente aceptando celebrarla junto con otra fiesta que se implantó antes: la de la “Epifanía” (es decir de la manifestación pública del Verbo) que reunía la conmemoración de la visita de los magos de oriente y el bautismo de Jesús, y que se celebraba el 6 de enero. (Esta fecha la siguen conservando para celebrar la Navidad en las iglesias ortodoxas y coptas). Los cristianos de aquellos tiempos celebraban la mayoría de sus fiestas en los mismos días festivos que el imperio romano tenía, y por lo tanto, si bien la festividad del día procedía de la tradición pagana, a la mayoría de los creyentes, salvo en el asunto de la celebración de la ‘pascua’, ese asunto no les importaba, porque se trataba del ‘qué’ se celebra, no del ‘cuando’. Así que si los paganos hacían fiesta en un día determinado y no trabajaban, los cristianos aprovechaban ese mismo día para congregarse y hacer sus propias fiestas (como hacemos nosotros hoy en día).

     Fue en el siglo IV, cuando en las iglesias de occidente empezaron a celebrar separadamente la Natividad del Señor en un día en que los paganos celebraban el solsticio de invierno, el 25 de diciembre. Desde esa época se mantiene en occidente el 25 de diciembre, mientras que en el oriente del imperio romano, donde la iglesia ortodoxa tenía su influencia y en las iglesias coptas, siguieron con el 6 de enero.

     Cuando se produjo la Reforma Protestante en el siglo XVI, hubo una fuerte discusión sobre la celebración de las fiestas ‘religiosas’. Unos se dedicaron a calificarlas de papistas, y que debían ser eliminadas, pero otros decidieron eliminar aquellas fiestas católicas que respondían a eventos contrarios a la doctrina, por lo que siguieron celebrando la Navidad y la Semana de Pasión ó Semana Santa.. Otros tres siglos de discusiones. Por un lado los puritanos prohibiendo y por otro la mayoría de los reformados aceptando.

     Pero el quid de la cuestión no consiste en si celebrar ó no la Navidad, sino en que la ‘libertad cristiana’, que es la base del evangelio (St. 1:25; 2:12; 1Cor. 7:23). San Pablo escribió en Col. 3:16 que no debemos permitir que nadie nos condene porque guardemos los días de fiesta que nos vengan en gana. Y en Romanos 14:6-13 lo explica diciendo que el que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. Y concluye con la defensa de la misma libertad, y de dar únicamente cuenta a Dios, al afirmar: De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.

     En cuanto a la historia de la incorporación del árbol de Navidad a la tradición evangélica procede según la tradición de las iglesias evangélicas alemanas de una experiencia personal de Lutero y no de copiar tradiciones paganas. (un relato de la misma puede leerse por ejemplo en http://www.elsalvador.com/noticias/2003/12/24/editorial/edito5.html).

     De todas formas por más que se diga que el árbol no se pone en Navidad como objeto de adoración, ni tiene mayor efecto que un adorno, los testigos de Jehová y otros contenciosos, seguirán afirmando que se adora a un árbol, como lo hacen los paganos. Pero si nosotros no pudiésemos usar cosas en nuestra vida que usan los paganos, no podríamos ni siquiera vivir. Si los paganos comen con la boca, nosotros podemos ser acusados de comer como los paganos, así que deberíamos dejar de comer. Si los paganos se visten con ropas, nosotros no deberíamos hacerlo para no hacer lo mismo. En fin, que el asunto no tiene solución para el que no se atiene a razones, de modo que todo vuelve al mismo punto: el de la libertad cristiana. Así que yo hago siempre una defensa de mi irrenunciable libertad en Cristo, teniendo en cuenta que un día compareceré ante su Tribunal y él me juzgará por lo que haya hecho estando en el cuerpo, pero teniendo en cuenta algo que está fuera del alcance de los hombres que critican, como son las ‘intenciones de mi corazón’ (1Cor. 4:3-5), mientras que los críticos solo pueden hacerlo con las apariencias. Y para concluir, no voy a dejar de mencionar otro principio claramente expuesto por el apóstol Pablo: ‘todas las cosas son puras para los puros, pero para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas (Tit. 1:15). Y también lo que escribe en Rom. 14:14: Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.

     Así que yo sé que no es pecado para mí sin lugar a dudas, actuando con sana conciencia y con la voluntad de glorificar a Dios, de anunciar su nombre y su obra de amor por la humanidad. Pero para aquellos que piensan que tal cosa es pecado, si lo celebran, desde luego para ellos lo es.

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