Dios aborrece el divorcio (III)
05 - Mayo - 2009

La falta de los frutos del Espíritu rompen la relación con Dios y aumenta la probabilidad de divorcio

     ¿Cómo puede ir al cielo una persona que se ha divorciado?

     Hablamos de la persona que por los más diversos motivos abre el camino del divorcio antes de intentar salvar el matrimonio. Esta es una pregunta muy seria, y voy a explicarla. Aquellos que van al cielo deben tener en sus vidas el fruto del Espíritu Santo.

     Gal 5:22-26 “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.”

     ¿Encontramos estas cualidades en una persona que se quiere divorciar? ¿Donde está el amor, la paciencia, la benignidad, la mansedumbre, la bondad, el dominio propio? ¿Se acabaron?: Ya no lo amo, ya no lo puedo soportar más, no quiero verle; estas son las expresiones que se pueden escuchar de una persona que quiere divorciarse. Después del divorcio vienen otras expresiones como: me ha destrozado mi vida, me ha dejado en la calle, no lo puedo perdonar, y la lista sigue. Con esta actitud no se puede entrar en el reino de los cielos. Una persona que ya está divorciada, debe arrepentirse de sus acciones. Testificar y mostrar públicamente su arrepentimiento buscando el arreglo con aquel con quien formaba un cuerpo delante de Dios, y de esta forma podrá entrar en el cielo.

     Lucas 3:8-9: “Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: "Tenemos a Abraham por padre", porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego”.

     Arrepentirse no significa solo decir “lo siento” y seguir con tu vida adelante como te da la gana, como le dijo un juez a un infractor: “¿lo sientes?” A lo cual el infractor contesto afirmativamente. El juez continuo preguntando ¿lo sientes por lo que has hecho o porque te encontraron? Así son muchas personas que lo sienten porque las cosas no han salido como quisieron, o como pensaron que iban a ser, pero no por lo que hicieron. Pocas personas son las que tienen la valentía de reconocer que se han precipitado en lo que hicieron. Este significa que todavía el orgullo que lo empujó al divorcio todavía manda en su vida y no le deja arrepentirse.

     Proverbios 16:18 “Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu”.

     En un divorcio aparentemente hay dos partes. Una es la persona que se quiere divorciar, y a veces la otra no tiene ninguna culpa. Hay una situación en la que Dios permite el divorcio. Mateo 19:9 “Y yo os digo que cualquiera que repudiare a su mujer, si no fuere por causa de fornicación, y se casare con otra, adultera; y el que se casare con la repudiada, adultera”.

     En este contexto aparece la pregunta: ¿él que no tiene culpa se puede casar de nuevo? San Pablo escribe:

     1Corintios 7:10-17 “A los casados instruyo, no yo, sino el Señor: que la mujer no debe dejar al marido (pero si lo deja, quédese sin casar, o de lo contrario que se reconcilie con su marido), y que el marido no abandone a su mujer. Pero a los demás digo yo, no el Señor, que si un hermano tiene una mujer que no es creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y la mujer cuyo marido no es creyente, y él consiente en vivir con ella, no abandone a su marido. Porque el marido que no es creyente es santificado por medio de su mujer; y la mujer que no es creyente es santificada por medio de su marido creyente; de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mas ahora son santos.

     Sin embargo, si el que no es creyente se separa, que se separe; en tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz. Pues ¿cómo sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? ¿O cómo sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer? Fuera de esto, según el Señor ha asignado a cada uno, según Dios llamó a cada cual, así ande. Y esto ordeno en todas las iglesias.”

     Un matrimonio que se rompe es porque el fundamento de unión entre las personas no se hizo conforme la voluntad de Dios, sino conforme a la voluntad propia. No preguntaron a Dios si es la persona que Él quiere, sino que la persona fue elegida de nosotros (“me gusta y creo que va funcionar, pero si no funciona entonces Dios es el culpable”).

     Una persona se confesó diciéndome que él salió de la iglesia y se casó en el mundo. Pasado el tiempo volvió a la iglesia, y se convirtieron él y su mujer, pero la vida de matrimonio no funcionó muy bien. Reconoció que recibió a su mujer como una corrección de parte de Dios y que tuvo que aguantar todo por su desobediencia de Dios. Sabía que si se quedaba en la iglesia en obediencia de Dios tendría otra mujer como esposa. En nuestra vida debemos aceptar el resultado de nuestros actos con humildad y paciencia, y aprender de nuestros errores cometidos para no cometer otros.

     1Corintios 7:32-35: “Mas quiero que estéis libres de preocupación. El soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor; pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y sus intereses están divididos. Y la mujer que no está casada y la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. Y esto digo para vuestro propio beneficio; no para poneros restricción, sino para promover lo que es honesto y para asegurar vuestra constante devoción al Señor.

     En conclusión. Un verdadero creyente no piensa en divorcio, porque ese es un pensamiento del diablo. Un verdadero creyente pone en primer plano la relación con Dios, y como fruto de ello, la relación con los hombres es perfecta.

     Leamos Malaquías: 2:15-16 “¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, (divorcio) y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.

      Proverbios 16:7: “Cuando los caminos del hombre son agradables á Jehová, aun á sus enemigos pacificará con él”.

     Amen

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