¿Dónde está el amor que ha de mover el mundo?
15 - Mayo - 2012

Sin el amor nuestra fe carece de sentido y sólo es una teoría

     Hay un corito que se titula “Únenos Señor”, el cual, aunque tiene una letra preciosa, evidencia una triste realidad que se da en muchas de las iglesias de nuestro entorno: La desunión. Concretamente, uno de los versos de la canción dice: “Danos tu discernimiento y enséñanos a amar”. Y esta es una gran verdad: No sabemos amar al prójimo. Y esto en ocasiones se produce porque nuestro discernimiento está equivocado, distante y fuera de sintonía en relación con la forma que Dios tiene de ver las cosas.

     La mayor desgracia que le puede acontecer a un cristiano que habita en el mundo occidental, en relación con su caminar espiritual es el enfriamiento que puede experimentar en relación con la fe y el amor de Cristo. La consecuencia de esta conducta apunta directamente hacia la degradación de la grandeza que tienen la fe y el amor de Dios hasta transformarlas una mera teoría racionalizada. Un concepto teórico, un formulista conjunto de normas rígidas e inflexibles. En definitiva, en una religión. Una rutinaria tradición que se sitúa en las antípodas de lo que significa e implica una verdadera comunión con Dios. Como decía el ángel a la iglesia de Éfeso “Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apocalipsis 2:4). Es como si el impacto que produce la Palabra de Dios, y que un día sacudió nuestra vida, nuestra alma y nuestra mente, pudiese diluirse hasta convertirse en una rutina fría y religiosa.

     Hemos leído y escudriñado tanto la Biblia que en nuestra carnalidad, la misma de la que Pablo acusa a los corintios (1ª Corintios 3:1-4), a los cuales aclara que es debido a su inmadurez, que en ocasiones hace que encontremos nuestro gozo y orgullo en todo lo que sabemos. Hablar, hablar y hablar. Hablamos tanto que somos capaces de disertar henchidos durante horas y horas de forma teórica mientras hacemos que “arreglamos el mundo” y alardeamos de nuestro “gran” conocimiento. ¿Y esto para qué? Para imponernos los unos a los otros. Justamente lo contrario que Dios nos enseña en su Palabra (Filipenses 2:3).

     Divisiones, disensiones, estúpidas contiendas acerca de muchas cosas no esenciales de las que ni siquiera se desprende algo de edificación espiritual, y de otras acerca de las cuales incluso la propia Biblia advierte que sólo conocemos en parte (1ª Corintios 13:9-12). Da igual. Esta advertencia tampoco es un impedimento o una barrera para muchos. Por desgracia esa prudencia y humildad que debiera reinar en el creyente, en muchos es algo secundario. Así que, independientemente de que observemos cosas que todavía no entendemos, nos lanzamos de forma corporativa, dispuesto a abrazar la bandera de la teológica que nos guste y la defendemos incluso, por encima de la propia Biblia y de los pasajes que seguimos sin entender. La Biblia nos habla de que los creyentes estamos en medio de un campo de batalla de una guerra espiritual (Efesios 6:11-13), pero por desgracia todavía hoy seguimos sin entender que los enemigos no son nuestros hermanos, por los cuales, al igual que por mi o por ti, murió Cristo (1ª Corintios 8:11). En Corinto, en su falta de madurez tenían una buena liada: Unos eran de Pablo, otros de Cefas y otros de Apolos. Poca humildad y poco amor. Muchos celos y mucho egoísmo.

     Hay algunos que son tan osados que hasta se atreven a decir barbaridades como: “esto es así y el que no piensa como yo no es salvo”. Para más inri aún encima, en ocasiones puede ir acompañado de una puesta en escena, con “alardes de espiritualidad” y con una imagen de falsa humildad y puritanismo de élite. Esto me detiene y me hace pensar. ¿Cómo nos verá Dios? ¿Qué pensará de nuestros debates inútiles? ¿De las broncas que se forman por discusiones sobre cómo interpretar algunos determinados pasajes? ¿Qué pensará de las divisiones que se producen por nuestro YO? ¿Qué pensará de aquellos que se creen que le conocen mejor que nadie?... Tal vez llore, no lo sé, pero seguro que se entristece. Si los hombres cuando vemos esto nos deprimimos ¡Cuánto más profundo y grande será el dolor de aquél que nos creó y nos llamó de las tinieblas a la luz para que tuviésemos vida en Él, al ver cuáles son los frutos de nuestro “nuevo” andar! Sencillamente, no soy capaz de expresar siquiera lo que debe sentir o pensar al ver nuestro comportamiento en muchas ocasiones.

     Y con estos ingredientes, como si el gnosticismo fuese parte de nosotros, a veces cocinamos una fe y un caminar cristiano religioso, teórico, vanidoso, elitista, intransigente, cruel y egoísta. Centrado en el yo. En que todo se amolde a mí y a mi forma de ver las cosas. En donde yo soy la autoridad a la que deben seguir todos los demás sin rechistar ni vacilar, porque el resto… “En fin ¡Pobrecitos no saben!”. En donde no hay voluntad de que se pueda opinar, servir o colaborar. En donde ya no es Dios sobre todos, por todos y en todos (Efesios 4:6), si no que todo se sujeta a mí, a mis decisiones y a mis tiempos. En dónde todo lo que hacen los demás está mal, y en donde, para que las cosas estén bien hechas, no hay nadie mejor para hacerlas que yo.

     Por muchas cosas que hagamos, ¿estamos tan ciegos que no somos capaces de ver que la Biblia dice que hasta si doy mi cuerpo para ser quemado y no tengo amor, todo lo que hago es inútil y está vacío? (1ª Corintios 13:3). Y sí. Podemos decir que todo lo que hacemos lo hacemos por amor a Cristo… pero la evidencia de ese amor que decimos tener a Cristo debe manifestarse horizontalmente a los hermanos, de lo contrario para nada aprovecha.

     Me gustaría enfatizar en la idea de que “un cristiano no es aquel que sabe y recita más textos y genealogías de la Biblia, sino aquel que ama como Cristo amó (Juan 13:34-35). La obra de Dios tiene su cumbre en una pura relación, con Dios y con los hermanos que alcanza su plenitud en el amor, por el contrario la obra de los hombres es una religión que evidencia sus miserias con la pérdida de lo más importante: El amor al prójimo. Y según el propio Señor Jesús, es por ese amor genuino y sincero por medio del cual todos sabrán que somos hijos de Dios. ¡Basta de palabrería! ¡Basta de religión! ¡Basta de mandamientos de hombres que se corrompen con el uso y que nuevamente pretenden atarnos y anular la libertad que tenemos en Cristo! (Colosenses 2:20-22).

     Es hora de recuperar el amor. Es el momento de impactar al mundo en el amor de Dios. Es necesario que entendamos que todo el que ama es nacido de Dios, y que es ese amor por el que verdaderamente se manifiesta que conocemos a Dios (1ª Juan 4:7-8).

     1ª Juan 4:10-12. (10) En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (11) Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. (12) Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.

     Para acabar de la forma que he empezado,me gustaría citar otro verso de otra canción “Hoy es tiempo” del grupo Esperanza de Vida que dice “es tiempo de cambiar, de no mirar atrás, de reflejar tu amor al mundo”.

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